Dicen que en Chincha, un abuelo cortó una caña seca, le metió piedritas, y empezó a agitarla como si invocara la lluvia. Nacía así el checo, una especie de maraca larga que acompañaba el festejo. Su sonido parecía un susurro del viento entre los cañaverales. Los niños lo usaban para jugar, las abuelas para espantar el silencio.
Fuente: Ballón, G. (2005). «De Cajón».